martes, 8 de julio de 2008

La Espuma de los Días

He estado altamente tentado a dejar este sitio en los últimos días, pero aún no he terminado con esta serie.


He soltado mi taza de té, he dado una última calada al cigarro y he mirado la contra del libro que acababa de leer, apoyada en la mesa de la terraza que ocupaba. Lo miraba profundamente, y le rogaba un respiro que no me ha sido concedido. Tan sólo me quedaban veinte páginas para terminar, yo hubiera leído doscientas mil con tal de terminar el libro más violento que haya leído en toda mi vida. La naturalidad del personaje y el salvajismo sexual no entrañaba ninguna novedad en la obra de mi escritor preferido, al cual ya me ha dado tiempo de releer en varias ocasiones. Perdí este antes de entrar en acción todo el compás sadomasoquista más brutal al que yo me he enfrentado nunca, y aún así no dejaba pasar ni una sola palabra, ni una sola hendidura de dientes, ni un sólo hilo de sangre.
Últimamente tardo cada vez menos en terminar los libros que me interesan, ni cuatro horas he necesitado para finiquitar la lectura de hoy, además de meterme entre pecho y espalda 3 capítulos de los Soprano, terminar el cómic Fell, de Templesmith, sumergirme en las genialidades de los venga monjas y las series de la HBO.
Si bien es cierto que he desoído todos mis compromisos de hoy, y lamentándolo, ha merecido la pena, porque el hambre que últimamente tengo probablemente no volverá. O quizás sí, en forma de vómito cultural y agradecimiento a un mentor que ni siquiera tuvo tiempo de envejecer, un corazón tan acuciado e insalubre como elegante en todo lo desagradable que aborda. Ingeniero, trompetista, compositor, novelista, dramaturgo, poeta y, sin embargo, francés, aunque arraigado a todo lo norteamericano.

A pesar de los escalofríos que han seguido a las sonrisas iniciales no ceso en alabar la grandilocuencia de cada espacio en su obra, de cada atentado que comete a modo de simple sentencia.

Creo que esta novela describe la forma en que Vernon Sullivan escupe sobre las tumbas de todos cuanto le censuraron por “ultraje a la moral y a las buenas costumbres”.

Y mientras tanto, Boris baila claqué durante un week-end eterno en una party, a dos metros bajo tierra.

martes, 1 de julio de 2008

Día XL, el de los vagos recuerdos

Al acercarme a Izan y alargarle el brazo para estrechar su mano él toma la mía al modo masón, como si acto seguido me fuera a plantar un beso en la mano como a una una damiselina. De los masones sólo conozco ciertos símbolos, así como referencias explicadas en conversaciones que me sonaban a ...masón. Me hubiera quedado más tranquilo con la broma. No es norteamericano, mi Ízan, tampoco judío, pero la mano me la ha estrechado al mismo estilo. Tres años llevábamos sin vernos, que yo recuerde, yo no es que sea muy católico, pero no puedo evitar escrutarlo de arriba a abajo, y no me resulta muy diferente ni cambiado. Bueno, ya parece nacerle la barba. Empieza a hablarme muchas cosas, pero no le hago ni puto caso. ¿Cómo cojones...? No conozco los rituales de los masones, ¿se comen a los humanos antisemitas? Yo no es que lo sea, pero sé que a partir de ahora corro más riesgos, el término judiada queda prohibido, por tanto sé que lo soltaré seguro.
Joder Ízan, eres un puto profano, nos has puesto los cuernos; eso es lo que hacéis los putos masones a todas horas con la jodida mano. Tú sigue hablando que a mí no me convertirás, cerdo bellaco amigo de los templarios.
—Por cierto, perdona, me has cogido desprevenido y te he dado la mano la mano como los mariquitas —interrumpe mi pensamiento, con media sonrisa —, en este tiempo no he cambiado tanto.

¡Coño, Izan!¿A qué coño juegas? Ser masón es peor que comer rabos, digo yo. No lo sé, yo ya no sé qué decir. O sé:
—Vete de aquí, masón maricón impío de mierda.
—Vaya, veo que tú estás igual que últimamente; no pasa nada —añade con cierto tono triste en su voz, condescenciente —. De todos modos, estamos en mi casa, papá, y preferiría que te quedaras.

viernes, 27 de junio de 2008

Día XXXIX, con pocas luces

Aquí, donde moro, nos hallamos hoy entre apagón y apagón, ahora sólo iluminado por la luz del ordenador del portátil y los ligeros haces de luz que se desparraman, sin alcanzarme, por el ventanal. Abrimos la puerta de entrada y vemos que el apagón afecta a todo el edificio, sentimos como nos recorre el cuerpo una grata sensación anestesiante, relajada, sólo turbada por lo molesto de varias alarmas que saltan.

Anoche me atreví a predecir de lo que escribiría hoy, dado que me he quedado a oscuras también desde un punto de vista ciberespacial, voy a hablar de lo que creo que dije un poco y un mucho de lo que me salga de las pelotas.

Joder, que desconecten esa alarma de una puta vez, menuda mierda si no acude nadie.

El último libro que recientemente he leído ha sido “El último trayecto de Horacio Dos”. Eduardo Mendoza lo escribe aprovechando su mejor recurso: la agilidad. Sus libros te los lees en un santiamén, te despiertan carcajadas varias pero, curiosamente, no le impulsan a un servidor a coleccionarlo. La agilidad de lectura, que no de escritura, es lo que más alabo en un escritor, muy lejos de quedarme clavado en lo enrevesado de ciertas prosas, a las que por supuesto, no me atrevo a criticar. De similar estructura a “Sin Noticias de Gürb”, eleva las pretenxiones pero no así su ingenio, pese a que el sabor de boca que deja debería calificarse un puto por encima de “dulce” aunque cinco por debajo de “delicioso”.

Esta mañana he terminado de echarme entre pecho y espalda la serie “Carnivale”, emitida originariamente por HBO, como anteriormente hiciera con “A dos metros bajo tierra”. De contenido tan místico como esquizofrénico, no se comprende del todo bien la delimitación entre un territorio y otro. Quizás la línea general del reparto no me resultara atractiva en absoluto, aunque ciertas sorpresas te llevas, sobre todo la composición del personaje de Ben Hawkins. A cargo del hasta ahora actorucho Nick Stahl. Bien es cierto que no habrá tenido que trabajar demasiado dicha composición, pues él de por sí encarna todos los rasgos del personaje en apariencia.

También me agradaría escribir acerca de Hulk 2, pero me temo que voy a esperar a que sea más vista y contraste mejor los puntos de vista. A mí se me antojo altamente esperanzadora.

Chimpum

La luz ha regresado y, mientras meaba, se ha vuelto a ir. ¡Qué gran puntería tengo!

jueves, 26 de junio de 2008

Día XXXVIII, uno más

Por una parte he conseguido izar las velas. Cada noche, al llegar las 00:00, me echo a dormir. Respiro, me relajo, y en alguna ocasión no tardo ni diez minutos en dormir. No me despierto 22 veces, ni una tampoco, que yo recuerde.

Por otra parte he terminado con la mudanza, que algo se ha parecido a una guerra, y el final, al de una ruptura malhumorada. Firmé el armisticio sin tener documento alguno. Ella también lo merecía, quizá. O yo necesitaba zanjarlo utilizando la palabra escrita, pues ella apenas coge el teléfono para reprender. Jamás la he visto hacerlo. En cambio sí he observado sus giros de pescuezo para evitar saludos.

Mañana es la fecha límite para certificar mi futuro. Y lo tengo decidido. Abandono el barco y me subo a otro. En este caso, una mujer me entrevistaba, con un aspecto de zorra simplemente adorable. Me he concentrado, como si de un match point, sin saber a favor de quién, se tratara. No he apartado la vista de su mirada en la hora que ha durado la entrevista, más cercana a la negociación que al concepto en sí. Hemos comenzado a hablar de los beneficios sociales, y se me ha empezado a endurecer, el rostro. Mis peticiones no han sido muy escuchadas, pero yo hablaba por hablar. Al final, ella ha afirmado:

—Traías el guión memorizado para este encuentro.
—Sí, pero en vistas de la entrevista me he visto obligado a improvisar.

Así pues, esta ausencia no ha sido tal, sólo un fin de semana en la montaña y batallas de convivencia, a las que añadir nuevas experiencias. En resumen: el petróleo, a quemarlo.

Mañana, libros y series.

lunes, 23 de junio de 2008

Día XXXV, el que no recuerdo

Ayer fui a comprar un paquete de Marlborín (antiguos lights) al kebab de la esquina. Recogí el cambio, regresé a casa, vi la tele, me di un golpe con la palma derecha en el parietal más cercano, salí de nuevo, me dirigí a la esquina, entré otra vez al kebab y le pregunté a un señor que de primeras parecía muy amable y muy probablemente, de segundas, lideraba un grupo armado radical paquistaní asesino de ovejas:
—¿Me he dejado el Marlborín en la máquina?
—Sí señor, muchas gracias—respondió el morenito.
—Repito: ¿me he dejado un paquete de tabaco, Marlboro para más señas, en su máquina expendedora?
—Sí señor, muchas gracias.—El paquete ya campeaba sobre la barra del bar desde la primera vez, intuí, así que me disculpé y me despedí—: Adiós, amigo.
Estas cosas pasan.
Hoy se ha repetido la cantinela cuando me he terminado el té y a trescientos metros de la cafetería he recordado que no había pagado. Lo mismo ha pasado cuando he entrado en casa y mi —dentro de tres días— excompañera de piso me ha dicho muy amablemente que había dejado la puerta abierta.
—¡Hijo de la grandísima puta! ¡Que nos van a robar todo!
—¿Qué es todo, exactamente?
—No, a ver, tú ya has sacado todos tus trastos importantes de casa, pero los míos de momento, se quedan.
—Siempre te quejas de que no gestionas tu espacio y de que acumulas mierda innecesaria, ¿no?
—Sí ...
—¡Pues de nada, mujer! Anda y vete un ratín a tomar por el culo.

Algo más del estilo ha sudedido hoy también, pero al haberme dejado el cuaderno de notas en la casa de mis benditos padres no lo he apuntado.

Nietzsche: "Benditos sean los olvidadizos pues superan incluso sus propios errores."

De Olvídate de mí.

Y sin embargo hay ciertas cosas que jamás conseguiré olvidar.

jueves, 19 de junio de 2008

Día XXXI, crash (test dummies)

Yo esperaba un taxi en el vértice de un chaflán. Del cateto mayor, el opuesto, salía un camión.
Yo no lo he escuchado a él. Él no me ha visto a mí.

El Uno por el Otro, y la casa barrida: y aún así la colisión se ha producido.

El hilo de un haz de luz de dimensiones paquidérmicas me ha golpeado al mismo tiempo. Una puerta abierta de repente. Una caída me habría situado debajo del camión. No sé como he escapado, pese al tamaño tamaño del camión y a lo diminuto de mi figura enfrentada a un choque tal, aunque mi contrincante se enfrentase contra mi postura en marcha atrás, a 5 km/h.

El conductor no se ha percatado hasta que me ha visto retorciéndome de dolor.

Y quizás, sólo quizás, yo estaba fingiendo.

He apagado la luz con un sólo pestañeo, al abrir de nuevo los ojos me he sentido acogido por un nuevo e interesante día.

martes, 17 de junio de 2008

Día XXX, sin crisis aparente

Hoy no me hallo en la mejor posición posible para escribir, recostado en la cama, con el codo izquierdo apoyado en la misma y su extensión última rechinando en el teclado; sin embargo, como casi todas las noches, siento cierto ansia por ponerme a ello. No es rutina, creo que forma parte de un rito de sosiego.

Hace unos días narré las entrevistas en las que participé para el puesto de “manager molón”. No continué, porque en estos casos cuando no sucede nada sabes perfectamente que no has sido seleccionado.
Esta mañana me han llamado, para realizar una última entrevista. Telefónica (la entrevista, no la empresa). Ya me sudaba la polla todo aún más, y ante preguntas tan definitivas como: “¿Qué perfil encaja más con tu experiencia, tesorería o cuentas a pagar?” he respondido que “medaigual, no he nacido para ninguna, pero las dos áreas las conozco a la perfección.”. Y me han seleccionado, y me han felicitado. Al otro del teléfono la respiración expectaba en silencio.
—Debo pensarlo bien—he concluido.
Así, con sus guiones bien largos, como seguro que le gusta a la señora.
Al colgar el teléfono no sólo me he despedido de una mujer de voz poco menos que sensual, me he despedido con la cabeza gacha de mil participaciones de mi cómoda rutina. El silencio ha comenzado a susurrarme al oído, malmetiendo.
—Debo pensarlo bien—he concluido de nuevo.

El prendido fuego al silencio con la llama de un encendedor y la ensordecedora agudeza de la cafetera. Bien, de puta madre. Yo no bebo café. He calentado el agua y me he preparado un te, en busca del excitante perfecto en estas tardes de transición particular. Al enfriarse la teína pierde sus propiedades. Algo parecido me ocurre a mí.
He degollado finalmente el silencio con un paseo a paso ligero a mi nuevo piso de alquiler, que da a la calle Casanovas, como debe ser.

lunes, 16 de junio de 2008

Día XXIX, de buena mañana


Sucede en ocasiones que te despierta el mismo rumor que te duerme. Anoche la Cadena Ser me durmió alrededor de las 2:30 de la mañana, y la misma emisora me ha despertado a las 5:35 de la madrugada. A las 6:49 he enviado el mensaje de rigor matinal. Continuaba sin conciliar la vigilia, sin desesperar lo más mínimo. Muy contrario a asemejarme a Blas en una cama de velcro, he optado por ver alguna película de aquellas que siempre se prestó a la oportunidad pero jamás al interés. Y una vez más he percibido lo mismo que otras muchas veces este año. Que llevo mucho tiempo equivocado.
Diarios de Motocicleta no se me ha dispuesto en el mejor momento, pero -qué cojones- me ha tocado los huevos que se acabara tan pronto un metraje de 110 minutos. Me los ha tocado porque después de haber digerido una película de naturaleza tan singular como cruda, como es Pure, y haberme decepcionado tanto Beowulf, lo más fácil, cinematográficamente hablando, de ver este fin de semana ha sido una película de la Disney, Invencible. Me avergüenza confesar que yo del Ché sabía muy poco, y en cuanto ha comenzado la película he necesitado hacer acopio de varios documentos con el fin de hilvanar una biografía más o menos neutral y objetiva. Ello me ha conducido a una nueva necesidad. Adquirir el libro Diarios de Motocicleta. Y además leérmelo.
Sé y sabía que la vida de Ernesto Guevara aporta heroicidades únicas y jamás correctamente descritas. Sin embargo, dichas heroicidades se sustentan en el viaje descrito en la película, en todo que minuciosamente observa a lo largo de su viaje desde Buenos Aires a Perú, donde finalmente ejerce la medicina en un inmundo hospital en condición de leprólogo aún por licenciar, pendiente de las 3 últimas asignaturas. Sea realidad o ficción el sufrimiento y la lucha se describen perfectamente en apenas cinco minutos.


Diarios de Motocicleta supone, por ende, un muy buen inicio de semana, hecho que se traduce en que, de ahora en adelante y hasta el domingo, esta semana va a ir de más a menos, que España va a volver a ser apeada de la Eurocopa en cuartos y, en fin, teóricamente todo va a ser una puta mierda como un piano de cola. Y me da un poco igual, la verdad.

viernes, 13 de junio de 2008

Día XXVI, un pequeño anticipo

¿Quién no ha escrito jamás acerca de la felicidad? No seré yo el primero en no irrumpir en ella. Aunque no hoy. Hoy doy varios motivos literarios que me acercan a ella.

J.D. Salinger, uno de mis escritores predilectos -sin duda el primero-, transcribía entre sus líneas algunos pasajes o versículos zen. A mí la “filosofía zen” o el Taoísmo me proporcionan un interés tan extraño como inaplicable. El segundo autor que devoré, pasados los años fue Herman Hesse.
El guardián entre el centeno me proporcionó por vez primera una visión distorsionada de las ciudades, que nunca se describe en el libro. Me imaginé una ciudad de Nueva York atravesada por la calle Lexington y la 5ª avenida, en la que cada edificio se levantava con espigas de trigo. Allí se perdía Holden, custodiando a su pequeña hermana Phoebe y recordando a su hermano mayor, D.B., postrado en su tumba con un guante de béisbol en su mano derecha, colocada sobre el corazón. Centeno, putas, pianistas de Jazz, Sally Hayes pintándose y Jane Gallagher derramando sus lágrimas en un columpio de Maine,a solas con Holden. Hasta los 13 años no leí algo que realmente me gustó. Inmediatamente adquirí toda su obra. Escasa.
Herman Hesse también indagó en el budismo, siendo éste retorcidamente ocultado en uno de los libros más angustiosos que he leído, El Lobo Estepario. Esa fue la puñalada que me clavó, y que luego retiró a medias y lentamente la odisea de Siddharta, en compañía de un devoto amigo, Govinda.

Luego les siguieron J. W. Goethe, García Márquez y el mamón de Paulo Coelho con su jodido Alquimista. Éste último, un engañabobos. Más joven leía novelas de Stephen King y Clive Barker, nada apartado de la literatura más convencional.

Actualmente pocos autores me despiertan la misma pasión, apenas Muñoz Avia y Mendoza me han arrancado sonrisas, Nick Hornby le dado al play en sus páginas y me he cagado en Trueba. Soldados de Salamina, de Javier Cercas, me ha aportado una prosa cuidada y minuciosa, preocupada por la forma y el fondo, a partes iguales. Laforet me ha sorprendido una vez muerta (como sorprenden los buenos).

Creo que algo de todos ellos y mucho de mí se hallan compuestos en el personaje de Diego Viñas, un caradura a punto de estallar, acerca del que escribo al margen de toda presencia en la internette de los cojones. Un cenizo divertido y social, tan torpe como despreocupado, tan pronto pensativo y sensible como chulo y respondón. Un personaje al que le he cogido un cariño literario inmenso.

Algo de todos ellos y mucho de mí, con edificios como espigas y con Harry Haller leyéndome con desdén

jueves, 12 de junio de 2008

Día XXV, por el culo te la hinco

Las cosas acostumbran a sucederme mañana. Cuando me refiero a cosas, incido sobre todo a cualquier esperanza. Deja para mañana lo que podrías hacer hoy. A mí se me quedó eso.

El poder, además de un sustantivo, es un verbo irregularmente limítrofe al deber y al querer. Lo que quiero; lo que quiero se debe poder ahora, aunque no llegue hasta mañana. Lo que debo no siempre lo quiero, y para arremeterlo debo poder quererlo.
Esto es algo complicado, y mentiría si dijera que llevo días pensando en ello. Se me ha ocurrido hará un par de horas, lo he apuntado en el cuaderno y cuando he llegado a casa he empezado a dibujar esquemas. Tres verbos, ninguno de ellos copulativos(la cópula verbal no he comenzado a razonarla, pero todo se follará).
Siempre me da por analizar gilipolleces, ¡soy muy consciente de ello!Yo no es que me castigue, en absoluto, me divierto con ello. El matemático analiza sus fórmulas, el geógrafo se limita a sus fronteras y relieves, el lingüista y el filólogo estudian el lenguaje y la literatura, el filósofo aplica la lógica y el existencialismo y demás corrientes de conocimiento a todo, y el gilipollas juega a aplicar su escaso conocimiento a limitar el elemento esencial del lenguaje y a permutarlo en posiciones matriciales 3x3 mediante ecuaciones de 3 incógnitas. Gilipolleces.

E incluso así creo que es fascinante. Eso sí, el desarrollo lo dejo para mañana.

miércoles, 11 de junio de 2008

Día XXIV, con un Millar de hostias

Estoy finiquitando la celebridad de mi cerebro a base de mal. De mal, porque si no hubiera tenido suficiente con las películas malas, con contar los comentarios repetidamente vertidos sobre mis múltiples presencias cibernéticas, los libros densos, los escritos barriobajeriles por los que actualmente deslizo mi azotada imaginación, hoy he vuelto a consumir... cómics. Ni entre signos de admiración de digno a escribirlo, tan sólo me resigno a ello.

Hoy me he terminado Tug & Buster. Bien, muy divertido.

Luego me he leído The Wanted, de Mark Millar. Un millar de hostias, de tacos, de tiroteos, de violaciones, de sugestiones, y un etcétera, tan largo como el rabo de Two Dick, el que reparte en el resumen total de las viñetas. De Millar sólo había gozado de Ultimates, y no me enganchó tanto. Supongo que mi recepción emocional últimamente tiende más al villano. Aunque sí, algo de Fight Club (mucho) tiene.

También me ha me ha llamado -superpoderosamente- la atención un cómic llamado Fell - ciudad salvaje. No he perdido el tiempo en proporción al dinero, y he encargado la 8ª temporada de Buffy tVS, vía USA.

¿Por qué? ¿Por qué ahora desemboco en el frikismo absoluto? Creo que es porque ahora hago lo que me sale de la punta del rabo.
Me quedo con una frase genial, que impetuosamente le dedica The Fox a Wesley Gibson:
“La única diferencia entre un sueño y una pesadilla es el tamaño de tus cojones.”

Desgraciadamente, no pondría yo demasiadas expectativas en la adaptación del producto de Hollywood para la gran pantalla (o para la pequeñuca de cualquier portátil).

martes, 10 de junio de 2008

Día XXIII (2ª parte), o el de las psicopatías

Soy un animal en cuanto me ponen delante una serie de televisión que me gusta. Desde luego, ya no cometo el error de verlas a capítulos semanales. En el caso de un libro, por ejemplo, en que el ejercicio de la lectura requiere una mayor concentración, no me imagino tardando 20 semanas para acabarlo. Básicamente porque tras 5 días sin leerlo, si me ciño a la novela, comenzaría a meterle alguna trama diferente en algún momento.
No sé a ti, pero para mí ahora muchas películas no son más que un episodio piloto muy largo.

Los primeros dos capítulos de Dexter, de la mano de la tan aclamada como arriesgada cadena norteamericana Showtime (Californication, Weeds, Queer as folk, The L World, Bullshit!...), no reconfortan al espectador y, aunque dan pie al despliegue de la trama principal, atropellan los rasgos esenciales de su protagonista, un psicópata que, como tal, trata al resto de personas como objetos en aras del beneficio moral y ético inculcado profundamente por el carácter, progresivamente menos firme, de su padre adoptivo.
A partir de entonces comencé a conocer -incomprensible- perfectamente a Dexter. ¿Puede alguien identificarse con un psicópata en toda regla como él? En mi opinión sí, cualquier hijo de vecino. No siente ni remordimiento ni culpa, sin embargo intercambia constantemente sus objetivos vitales y necesita asesinar como quien necesita comer.

El protagonista, Dexter, lo encarna una acojonante composición de personaje a cargo de Michael C. Hall. Acojonante, porque jamás dirías que es el moña de “A dos metros bajo tierra”. No, nada que ver, resulta incluso irreconocible. Su interpretación se ve perfectamente acompañada de otros buenos actores secundarios, entre los que, desde el primer capítulo, destaca la angelical figura de Julie Benz, en el papel de Rita, novia de Dexter y madre de dos hijos fruto de su matrimonio fracasado con un heroinómano, pues simboliza a la mujer con la que todo hombre desearía casarse y, a la vez, la mujer a la que cualquier hombre le tomaría el pelo. Raza en existinción, pero haberlas digo yo que haylas. También amo a Julie Denz por haber participado en Buffy, como Darla, la amante primera de Angel.

Y para terminar...¡Spoiler!...busquen la relación a lo largo de la serie que guardan Dexter y Patrick Bateman.

Día XXIII, el del sueño

Según me dijo al despertar, no recordaba haber soñado nada durante la noche. Un chasquido de agua más allá de su persiana bajada y plegada, aldededor, pero en su constancia volvió a cubrirla de nuevo.

Entonces me explicó que hay días en los que las gotas de lluvia viajan desde abajo hacia arriba, sólo cuando nadie las mira.

Anoche, al tirar de la cinta de la persiana hacia abajo, al ver desplegarse sus láminas meticulosamentesubirse, primero, y al levantar el telón, luego, observé perplejamente ausente millones de gotas sostenidas, suspendidas, atentas, en el aire, extendiéndose a lo largo y ancho de mi campo óptico. La quietud entonces me envolvió a mí y sollozó para que tú te durmieras.

Las gotas -ni tan solo las más precoces, que esperaron a sus inmediatas- todavía no habían contactado el suelo, hasta que han obtenido el permiso a través de una mueca que una ligera brisa ha forzado al acaraciarme, húmeda, la mejilla.

lunes, 9 de junio de 2008

Día XXII, el de la víspera

Escribir acerca de sueños es muy recurrente y poco original.

Voy a escribir acerca de sueños, pues.

Últimamente la efectividad de mi sueño se halla en horas muy bajas; la única ventaja es que al no entrar en fases de sueño profundo recuerdo todo cuanto sueño. Anoche decidí dejar mi cuaderno de notas junto a mí, acaso una visión un tanto pesimista del despertar.

Una hora y media dormida, 3 sueños anotados.

Del primero anoto torpemente un extracto de una entrevista que alguien realiza a dos personas
Entrevistador: ¿A qué se dedican ustedes?
Entrevistado A: Hacemos música.
Entrevistado B: A componer, lo cual nos separa de los que simplemente la hacen y nos sitúa muy por encima de ellos, aunque no sea mi postura preferida.

En el segundo una niña entona el tricotín, tricotrán (una tonadilla infantil), sustituyendo el tricotín por Satanás, el tricotán por Belzebú. Me he sentido algo perturbado al revisar la nota.

El tercero es el más torpe, y en él una señorita bien rolliza se me acerca se presenta ante mí con dos libros bajo el brazo: "Así habló Zaratrusta", de Nietzsche, y "On The Road", de Kerouac. A partir de ahí todo el diálogo es confuso, como no podía ser de otra manera.

Los tres son una mierda pinchada en un palo, pero seguiremos con el ejercicio a ver hasta donde nos llega, aunque, naturalmente, con cierta predilección por no recordar nada al despertar.

Jubiloso Silencio.

viernes, 6 de junio de 2008

Día XIX, o el día de Pilingui

La culpa de todo la tienen esos cafés de máquina adulterados, pienso, al escuchar la sarta de gilipolleces que he escuchado hoy. Entonces me digo: recluirse en casa no es malo. Luego, a los 5 minutos se me olvida. ¿Que se me olvida el qué? No lo sé, no lo recuerdo, voy a darme un garbeo y luego continúo.

Céntrate cenizo, y recuerda ponerle hoy la etiqueta a la entrada de hoy, que queda muy bien y como si supieras de qué sirve.

3 veces he escrito la palabra hoy en 2 párrafos, valga la rebuznancia.

Me fascinan ciertas aptitudes de las personas, capacidades, o llámalo como te salga de la punta del nabo. Bien no lo sé. No lo sé. Sinceramente no tengo ni idea de por qué no me llama Pilingui, tras todo este tiempo. Explicar quién es Pilingui a estas alturas es complicado, quizás sea un personaje al que capitular cuidadosamente. O no.
Pilingui es una zorra.
Es un buen comienzo. Pilingui era y es -y no me aventuraré más, por ventura- una compañera de trabajo que se sienta, como diría Jesús Vázquez en sus tiempos arni-anos, a dos centímetros escasos de mi boca, lo cual, traducido a términos reales, vienen siendo unos dos metros.
Pilingui camina de tal modo que se traslada de lado a lado avanzando, a base de golpes de cadera, y traslada mi imaginación a un lugar muy próximo a su centro de gravedad. El que sea, me da igual, cualquier parcela de ese cuerpo me ha puesto ya en problemas. Ella me retrotrae a mis míseros tiempos más virginales cada vez que gira su silla, enfrentándose a mí y se abre de piernas. Con pantalones, pero da igual, se abre, y eso mientras me mira con cara de jó-de-te que aquí hay danger, danger.
Pilingui me mira a veces con la cabeza gacha y los ojitos asaltando la frontera de sus pestañas, para que la acompañe al archivo, que esta oscuro y le da miedo. Trato de tranquilizarla con obviedad señalándole que sta oscuro si no enciendes la luz. Me contesta con picardía que está oscuro si así lo prefiero.
Pilingui es una zorra.
Pilingui es una zorra.
Pilingui es una zorra.
He tratado a decirlo tres veces delante del espejo para intentar que se me apareciese.
Voy a llamarla ipso facto, no sea que le haya pasado algo.

jueves, 5 de junio de 2008

Día XVIII, o el de mis despertares

La Clínica Quirón ha modificado su ubicación.

Y todo lo demás, no estaba Silvia, sólo una italiana que me ponía las tetas en la cara cada vez que debía alargar un brazo en busca del occipital. Y cuando digo “sólo” no quiero restarle valor, pero en una prueba de sueño no necesito que me exciten más de lo debido. Iba acompañada de un residente enclenque y desgarbado. Al principio no entendía qué diantre hacía todo el rato encogido de hombros. Y no, simplemente aquella era su percha. Debía ser su primera prueba, no estaba nada suelto, en absoluto seguro, no sabía distinguir las zonas pares de las impares, ni diferenciar el centro de la cabeza. Había hecho un dibujo de una cabeza en la trataba de apuntar las zonas del cráneo.
- ¿Soy yo? -Le pregunté. Él torció la sonrisa, no le salían las palabras.- Recuerda que para esta prueba también has de dibujar los ojos.- yo tampoco es que hable demasiado en círculos extraños, pero tampoco me callo.
Unos 35 electrodos, aproximadamente. Apenas pesaban. Apenas molestaban. Aparatos, fundas, respirador. Y apenas noté nada, lo repito, todavía incrédulo. Dormí como suelo dormir: mal. Bien, porque la última vez no debió haberse tenido en consideración. Fue una exageración de la realidad.
- Buenos días – entona Raffaela.
- Bon Giorno -replico-, ¿Cuánto he dormido? - Yo estaba convencido de que me diría que unas tres horas.
- Mássss o menossssss, unas chinqüe horas, y te has despertado 6 veces.

Los insomnes tendemos a asegurar que siempre dormimos menos de lo que realmente hemos dormido. A veces dormimos incluso seis horas del tirón; la calidad real: una mierda, ni dos horas. Una vez, en pareja, y tras unos muy eficaces métodos – lo que viene siendo después de correrme-, llegué a dormir 11 horas seguidas. Desde entonces han pasado ya unos chinqüe años, y no he vuelto a dormir así.

He salido de un hospital y me he ido a ingresar a otro: en ésta ocasión para efectuar unos cuestionarios, de 734 preguntas, y dos entrevistas de personalidad. Ahí muy bien, también.

Nosotros, ambos, lo hemos bordado. Lo que no sabía el uno lo contestaba mi otro.

miércoles, 4 de junio de 2008

Día XVII, o el de la acampada en el hospital.

Tercera en tres semanas.

¿Cuál será el diagnóstico esta vez? Hoy toca polisomnografía; la primera a la que me sometieron me entristeció. Hoy le preguntaba a la psicóloga de turno si me iban a dejar llevar libros, esta vez. No, ésta vez tampoco. He contraatacado solicitándole por la posibilidad de emplear sedantes no hipnóticos. Y una vez más, me ha respondido que no, simplemente que trate de llegar cansado. Le he replicado que no se trataba de benzos. Ha suspirado: “faltaría menos”. Si alguien debía estallar en aquél instante ese alguien he acabado siendo yo:
- ¿Cómo coño quieres que no esté cansado? -he respondido, ya un tanto alterado, un tanto jocoso-. En tres semanas la media de horas diarias dormidas no supera las dos y media.

A fin de cuentas, Silvia ya no estará allí, quizás la cosa cambie. A tal nombre responde la última psicóloga que me realizó la prueba. Cuando conversaba con Silvia se ponía en plan trascendental, y dudaba de mi insomnio. Venía a decirme que no era posible que no durmiera en toda la noche. Le dije que sí, y que tampoco lo hice la noche anterior. Comenzamos a hablar a las diez y media de la noche y, no sé en qué momento, me comentó la ilusión que le hacía montarse una de aquellas casitas modulares y prefabricadas en las que tantas esperanzas depositaba Silvia cuatro años atrás. La salvación ante la asentadísima especulación inmobiliaria.
- Acabo de cortar con mi novia, Silvia -que así se llamaba mi novia, que así se llamaba ella. No tengo ni pajillera idea de lo que entendió ella. Continuamos hablando; ella comenzaba a sentirse culpable por seguir dándome coba a las 2 de la mañana, pero “es que no bostezas” repetía.
-Así no dormiremos nunca.
No te jode. La que no has de dormir eres tú, y yo poseo la flamante habilidad de dormir a toda mujer a la que hablo en la cama. No se lo dije, aquella fue una de las conversaciones que más compañía me ha dispensado en toda mi vida.
A las tres de la madrugada resultó que establecí un simulacro de sueño que duró 20 minutos. Me desperté repentinamente y angustiado. La luz de la habitación contigua, que a mi despertar era tenue, se densificó de repente, así como la aguja que diseñaba el gráfico de mi sueño.
- ¿Silvia? ...
- Estoy aquí, tranquilo.

Hasta las 6 no nos dijimos nada más, quedaban dos horas más de prueba, pero yo ya no lo soportaba más. Le pedí que me desconectara. Me desconectó. Le di las gracias. Me las devolvió. No sólo por haberme desconectado. Quise insinuar que esperaba verla cuando me diesen los resultados. Quise entender que ella insinuaba lo mismo.

Una semana más tarde me pasé recoger los resultados. Para entonces, Silvia, según me informaron pregunta mediante, había dejado de trabajar en la unidad de neurofisiología de la clínica Quirón de Barcelona.

martes, 3 de junio de 2008

Día XVI, o el de la Desgraciada Juventud

-La juventud de hoy en día lo tenemos jodido - así hemos comenzado a quejarnos en la terraza del bar.
Yo suelo decir lo mismo de vez en cuando, en voz alta, acaso cada vez que me domicilian una bocanada de aire, pero hoy en lugar de opinar con la respuesta social y fruto del reflejo he reflexionado (ojo), sólo un poco. Quizás lo tenemos jodido, claro, porque nuestros padres han de soportar cómo nos vamos de alquiler y no somos capaces de comprar un piso mientras les saqueamos las neveras; se lo explicamos, y creemos que no nos entienden. O quizás es que se conocen la cantinela.

Para empezar, quizás ya no somos tan jóvenes y sí algo desvergonzados. Un poco parásitos, para continuar con algo imposible de concluir. Yo no me recuerdo que me dieran somantas de azotainas en el colegio, ni que saliéramos de una guerra y no nos quedaran tíos, o tener que ir a una guerra con o sin convicción política alguna.

Lo tenemos jodido, sí, pero quizás no sea nada en comparación a lo que podría haber sido. Hemos nacido bajo el mismo cielo que los negritos raquíticos de las fotos, los rumanitos sin brazo, incluso el mismo que los musulmanes, que son la bomba; pero el suelo en el que hemos nacido nos ha dado la gracia y fortuna de tener derecho a quejarnos de auténticas gilipolleces, de inventarnos enfermedades mentales, de traficar con la desgracia y de, en definitiva, convertirnos a la postre en la idiocia impávida e inmóvil más grande que haya parido madre.
- ¿En qué piensas? - me ha preguntado F., ante mi falta de respuesta.
- Nada, en subnormalidades – he corroborado al tiempo que sudaba de darle una sola de mis monedas a la gitana que, con los ojos clavados en la profundidad de sus cuencas, me rogaba a modo de tradicional limosna. Inevitablemente por un segundo me he perdido en la infinita tristeza de la desgraciada, y le concluido-: ya ves, si lo tenemos jodido la juventud.

lunes, 2 de junio de 2008

Día XV, o el de la maratón interrogatoria

Las entrevistas realizadas hoy bien merecen un libro entero, 2 horas nada más y nada menos realizando sendas entrevistas orales. Una, la de recursos humanos, extraña, ante una zorrilla que me ha metido en un despacho a 28 grados, y entre lo buena que estaba y el sudor que me recorría progresivamente hasta variar el rumbo en los vértices de mis pómulos -poco marcados debido a mis sustanciales mejillas-, o hasta enfrentarse al abismo que supone la punta de mi nariz, desde luego y dadas las circunstancias, ha ido mal. No me he puesto nervioso, pero a una de personal explicarle como funcionan los procesos financieros es como pedirle a mi bisabuela que se instale el mozilla. La segunda ha sido muy diferente. No sólo por el intervalo de la conversación en la primera, correspondiente a mi principal cagada:
- ¿Qué tal llevas el inglés?
- Pues muy bien, la verdad (...), por todos estos motivos, aunque reconozco que no sabría qué pedir ante una mariscada, si la carta fuera en inglés – ella no lo he cogido, pero como soy básicamente un cerdo lo único que me ha venido a la cabeza ha sido un rápido y contundente-: no sabría pedir almejas.
Tomate sí, con sólo verme la cara se intuía.

Al despacho del director de la división sólo le faltaba la bandera en una de las esquinas, tan separadas unas de otras como yo de su categoría; qué mesa, al verla me he imaginado a una mujer con un trapo enorme deslizándose sobre ella. Pero un detalle me ha llegado al alma. Lo único que tenían en común el director y la joven entrevistadora pornobuena de personal es el aire de superioridad académico que poseen únicamente los Másters del Universo. Sin embargo, él sí que sabía de lo que me hablaba, y yo sabía contestarle, y él lo entendía todo, y sabía más que yo, sin duda, de todo.El detalle que me ha llegado al alma, para finalizar, es lo que ha dado toda la confianza. La silla que me había ofrecido era, visto a la legua, mucho más cómoda que la suya y eso, para mí, habla totalmente en favor de un interlocutor. Jamás en la vida me he sentado en una tan cómoda como esa, y de tenerla en mi poder, ¿Cómo se me ocurriría cederla?

Podrán contratarme o no, pero desde luego en 2 de 3 he pasado el corte.

Pero como siempre... las mujeres tienen la culpa. Y mira que hoy llevaba visible el libro de Laforet.

domingo, 1 de junio de 2008

Día XIV...

...o el día en que comencé a darme cuenta de que perdí la cuenta de los días anotados y aquí transcritos.

Día XIII, o el día favorito de un supersticioso

Son los últimos días grises de una primavera invernal, y trato de contentarme con poco, tal y como está el patio. No es particular, y cuando llueve se moja, como los demás.
Leyendo, estructurando, viendo Galáctica, leyendo más, a expensas de un mañana soleado, que quién sabe cuándo llegará.
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Creo que no abandonaba a una persona tácitamente desde hacía 15 siglos, y, de igual modo, sin premeditación ni alevosía, respondiendo a un instinto, a otro tonto y estúpido impulso, tras crearse un silencio ominoso entre los rumores multitudinarios de Bon Succès. El vacío ha provocado un estruendo que ha acabado de terminado de unir todas las grietas de nuestra pared y, como en los tópicos, me he sentido a kilómetros de distancia de ella, sentado apenas a medio metro de sus rodillas y huyendo de sus grietas; sus rodillas se han levantado como un muro ahora infranqueable, se han tensado y han dado pie a una triste sinfonía entonada desde mi garganta, anudada, con mis cuerdas vocales desafinadas. Sólo tengo la sensación de haber abandonado a alguien cuando alguien tal me ha importado.

No sé cuándo volverán los gerundios a mi vida. De momento, últimamente, sólo atisbo participios, salvo una pequeña y enorme excepción que prácticamente siempre me devuelve la sonrisa.

jueves, 29 de mayo de 2008

Día X, el del todo y sus partes.

No sé bien cómo ha llegado aquí, este libro. Al no ser un literato cultivado puedo permitirme el lujo de descansar de la lectura a mi apetencia para introducirme en el visionado compulsivo de alguna serie. Decidí, tras leer la novela de Llucia Ramis Laloux, continuar la mía y, a ser posible, acabarla de una puta vez. Porque es demasiada casualidad. Después de destrozarme el occipucio tratando de entender a Wilberg, comencé de nuevo el visionado de Galáctica Estrella de Combate, que refleja mil teorías teológicas y filosóficas que yo desconozco. También hay batallitas, y eso mola mil. Starbuck ya no es el Fénix, interpretado por Dirk Benedict en la serie original del 78 (El día que nací yo, que diría la folclórica), del flamante Equipo A, sino Katee Sackoff, quien ya me enamoró en la algo poco menos recomendable White Noise 2.

Por partes:

a) El libro al que me refiero y por el que no mostré interés alguno jamás de los jamases no es otro que Soldados de Salamina. Javier Cercas lo borda, tanto que me sume en una intriga tan sólo comparable a la depresión que sufro al tratar de asemejarme. Tampoco es mi estilo. Me lo leeré, pero después, que le den. Espero que no me suceda como me ocurrió tras leer Siddharta, que estuve a esto (y cuando digo “esto” mis dedos pulgar e índice se hallan coqueteando entre sí) de convertirme al budismo. De hecho me leí mil referencias por aquellos entonces, pero acabé rindiéndome al voley-playa ante la mirada de púberes doncellas en topless. Señoritas que, dicho sea de paso, jamás nos hacían ni puto caso.

b) Llucia Ramis Laloux, para mí la gran sorpresa, sin más. 2 veces me he leído la primera edición de su primera novela, titulada Coses que et passen a Barcelona quan tens 30 anys. Que nadie se deje llevar ni por el título, quizás demasiado sesgado, ni mucho menos por esa portada tan hortera. ¡Horterísima! Sin embargo luego la ves a ella y se la antoja deliciosa desde cualquier punto de vista. Quizás me apasiona porque lo escribió con 30 años, quizás porque recorre todos los lugares que he frecuentado en Barcelona, quizás por su prosa, a veces tan cruda como cruel, a veces tan suave como delicada. Ya realicé una crítica más amplia y acorde con mi barriobajerismo escribano en su momento y en su lugar, ambos adecuados. ¿Sublime? Teniendo en cuenta que lo narra un personaje femenino en primera persona atravesando un poliedro de personajes con sus respectivas circunstancias, que el hilo argumental que lo atraviesa es tan intrigante como oportunamente discontinuo y que, reconozcámoslo, soy un tanto misógino yo me atrevería a añadirle, al adjetivo sublime, la exclamación "¡¡¡uala!!!", con el triple de admiración.

c) Casualidad, porque ayer me regalaron otro libro (no entiendo a qué viene esa manía de regalarme libros, que me roba tiempo de escritura), titulado Las Nueve Revelaciones, de James Redfield, que se posa como el último estrato -el más elevado- de la columna de 8 libros (ocho) que se apoyan, a mi izquierda ahora mismo, sobre el monster pack de B:tVS. Éste tengo la obligación de leerlo en menos que canta en gallo, ni aunque sea sólo por la dedicatorio o, mejor dicho, por quién me lo dedica. Todo lo ocurrido, desde el libro Coses que et passen a Barcelona quan tens 30 anys, han sido coincidencias, de baja estafa, pero coincidencias, al fin y al cabo.

d) Galactica Battlestar me atrapó en los 80 y me mantiene en vilo ahora. Muchos de los personajes masculinos de entonces los interpretan mujeres y, si alguna vez la vieron, el capitán Apolo -Richard Hatch- de entonces es el Tom Zarek de ahora. Repito hasta la saciedad que no es una serie de batallitas intergalácticas, sino una serie repleta de contenidos y planteamientos lógicos, filosóficos y teológicos.

e) Recomiendo White Noise 2, porque por malo que sea el producto, cualquier papel que interprete el actor Nathan Fillion fue, es y será digno de mejorar cualquier bodrio que escoja o le sea asignado. La cumbre la alcanza en Firefly, la mejor serie de televisión que he visto en los últimos años. Sólo 15 capítulos, compuestos de un piloto inicial de 90 (¡noventa!) minutos de metraje y, puesto que la serie fue abortada en los EE.UU. tras la difusión del capítulo 13 por la FOX debido baja audiencia, 14 capítulos más. Más tarde se le reconoció la genialidad al guión de Joss Whedon (actual escritor los cómics de La Patrulla X, y creador de varias series de televisión, de las que no voy hablar hoy), en Europa, cómo no. De este modo pudo dirigir y escribir la más que sobria película Serenity, que no es más que el capítulo final de la serie. Whedon se carga a unos cuantos personajes protagonistas, como suele hacer en todas sus participaciones, de este modo deja claro que él la da por zanjada y no da opción a secuelas, tan sólo a, en contadas, spin offs.

Y nada más por hoy, me voy a ver un par de capitulechos de Galactica, me voy a ir a tomar un té verde no sé aún bien adónde y a que me den un poco por saquito las narraciones detalladísimas de Javier Cercas.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Día X, el de la incógnita o las entrevistas y los reality shows

Cabe destacar hoy la entrevista que a la que me han sometido en una de las empresas beneficiadas en su momento por el escándalo Enron. Atentan contra mi ética, creo. Cada vez lo tengo menos claro. Estaba tranquilo, prácticamente sin ganas. El libro que he posado sobre la mesa mostraba talante republicano. Republicano y provocador, porque me la sudaba tanto la república como la entrevista.

Y a veces, la desidia, es buena compañera. No te importa la persona que te entrevista, no más que cualquiera. Hablas llano, enfatizando sin alardear. Entras en un despacho y una persona te hace preguntas de libro. He comenzado a hablar, a recomendar, a idear, a demostrar, a explicarle una a una mis carencias, sincera y llanamente. He estado a punto de decirle que no cumple con los requisitos de entrevistador, que ya le llamaremos,pero demasiado hubiera sido.
-Analiza tu perfil, por favor, y por favor -2 veces me repite el ruego, como si unop de los dos fuera gilipollas-, destaca un detalle negativo del mismo -pregunta a apenas un metro y medio de distancia, acercando su posición a la mía, dejándose la joroba.

El lenguaje no verbal mola si la otra parte no sabe que se están fijando en él y lo conoce. Yo lo conozco. Muchos lo conocemos y, aunque sea una soberana estupidez, tratamos de recordar a qué parte del cerebro miramos cuando usamos la imaginación; es decir, cuando mentimos.
-Tengo un perfil totalmente adecuado al puesto ... -me pauso, acerco mi posición, antes reclinada, ahora cercana, prosigo -, y mi defecto es sin duda la panchulina.

No sé por qué, pero me da a mí que, si esto fuera el cásting de un reality cualquiera, me llamarían para presentarme a la siguiente fase.
¡Oh, qué magnifica idea para un reality show!

Me ha acompañado a la puerta de salida tras una hora de conversación. Muchas gracias por tu tiempo, me ha dicho. Me sobra, le he insinuado.

martes, 27 de mayo de 2008

Día IX (del quiasmo, del oxímoron y del chófer del 43)

Siempre que intento encontrar un momento para escribir lo que deseo no lo encuentro, sin embargo ciertas ideas útiles y ya olvidadas me suelen sobrevenir en ocasiones en las que el momento no existe.
Tras un simple quiasmo se encuentran realidades varias, tan llenas de oportunidad como de todo lo opuesto a ella. Ahora me sorprendo, bastante. Escribo utilizando un procesador bastardo al que no le admito sinónimo alguno. Sería como si dejara de escribirlo yo. Me acaba de subrayar la palabra quiasmo. Pues vaya mierda, ¿no la ha vuelto a subrayar? Lógico es, que si la ha subrayado una vez, la subraye una segunda, paranormal sería lo contrario, lógica incoherente. “Lógica incoherente”, se aproxima al oxímoron y...¡Bingo! La ha vuelto a subrayar. Las palabras inextricable y garlopa, sin embargo, sí las recoge. Mi moleskine no andaba errada.

¿A qué cojones viene este ejercicio de escritura tan vacío? No se trata de un desafío a la tecnología, ni a las posibilidades que ofrece, qué va; soy el primero en tragarme las zarandajas de la wikipedia de cabo a rabo. Tampoco es, como interrogué al inicio del párrafo, un ejercicio tan vacuo. Me explico, he comprado tiempo, tanto que debo aprovecharlo. El tiempo no se compra con dinero, sino con truculentos negocios efímeros, pese a lo cual te otorgan un recorrido libre durante, digamos, unos dos meses. El precio ha sido elevado, pero creo que al final merecerá la pena.

Quizás con este ejercicio (que confieso que no es tal) me sumerjo lejos de lo que ahora no me apetece escuchar, si desenmaraño mis pensamientos más ruines, ni tengo por qué preocuparme de la voz que escucho de fondo, que me atosiga, que me fustiga el oído derecho. El izquierdo se orienta al ventanal de mi habitación, que encuentra en una sinfonía de motores un remanso de paz que, a poco que me concentre ... mierda, no lo consigo, acaban de venir a darme las buenas noches y me han reiterado, por sexta vez hoy:

- He hablado con X -me dice la voz, no aclararé de quién.
-Ya lo he escuchado, desde aquí y con la puerta cerrada – con escucharla me ha bastado, así que no le he mirado a los ojos. Ni siquiera a la cara, sólo he tratado agudizar mi oído izquierdo.
- Dice que lo peor que pueden hacer los insomnes es leer o ver películas o escribir o ... - el autobús de la línea 43 efectúa su último recorrido. El chófer deberá efectuar su última parada de hoy en apenas una media hora, cuando tope con el final de Les Corts. Siempre me ha parecido triste tener que ir a dejar el autobús vacío a cocheras, en el Prat creo. Por mil motivos que ahora no vienen al caso.
- X es ats – profiero, no tiene ni puta idea; además, se hincha a benzos cada noche, terminará histérica.
- Ayer te dejaste encendido el ordenador y esto parecía una feria.
- Era la música de créditos de Galáctica.
- Me da igual lo que sea, se escucha desde el otro lado.
- Relaja.
- A nosotros nos despertó.
- Perdón -repito, por sexta vez-. Trataré de desconectar al primer síntoma de sueño. Así podré escuchar bien vuestros ronquidos.
- Tienes celda en el corazón – siempre se socorre con la misma frase.

Silbo.
- De todos modos, quiero que recuerdes de que nos molesta.
- Recuerdes que nos -recalco al pronunciar- molesta, odio los dequeísmos.

Los odio cuando proceden de su parte, muy injustamente. Y la única forma que tengo de liberar mi corazón es ésta. Porque el resto del tiempo que he comprado, si no lo lleno, acabará consiguiendo que me sienta como un chófer de la 43 abandonando las cocheras.

lunes, 26 de mayo de 2008

Día VIII

Por convicción, el ser tiende a autoconvencerse de los retos plasmándolos para sí mismo en algún lugar. Hoy es el día para mí. Un bonito día gris nublado, como en tantos dibujos animados escuché.

Barcelona hoy no me invita a pasearla, me invita a contemplarla, a bebérmela. Mis pies han caminado lo suficiente por hoy. Retomaré el pulso, despacito, con tranquilidad y en silencio. Muy en silencio, de modo que sólo me escuchen aquellos que no me oigan.

domingo, 25 de mayo de 2008

Día VII

Acabo de leer una biografía corta alrededor de Baudelaire. Alrededor, pienso, porque de no ser ése el nivel de resumen que ha alcanzado al llamarle directamente “imbécil”, particularmente se me antoja un tanto excesivo. Le llama imbécil y putero, a Bodelaire quien, ni atreviéndose a firmarla, sólo le ha dedicado cinco páginas. Le encasilla en la marca del bohemio, por meterse coca hasta las cejas, fumar opiáceos (cuando en realidad fumaba opio, sin más) y por putero. La mayoría de las veces era de la misma puta, una mulata. Tampoco yo sé mucho más, pero llamar imbécil al escritor de Las Flores del Mal es propio de un desnutrido de palabras. Puesto que yo también lo estoy, al bibliógrafo lo voy a tildar de subnormal.

Llevo un rato (no uno largo) en búsqueda de un pasaje en el que trataba el sueño de una forma bellísima. Él apenas dormía y, lógicamente, lamentablemente erigía inversamente en su profundidad un pozo de ansiedad, que una vez copado comenzó a derramar sus nervios por doquier de su imaginación.

En este punto, nuevamente volvió a recurrir a la paloma como El Sueño en sí mismo; uno que se posa sobre la palma de tu mano y que escapa cuando lo quieres atrapar.

Durante algunos días y especialmente en sus noches, mi mano se cerraba en un puño amenazador. Afortunadamente, los últimos 6 (seis) he olvidado la palma de mi mano, que no puede asirse a sí misma, he olvidado a Baudelaire y a sus vicios y palomas enjauladas.

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Ayer Ariadna me sacó del laberinto al decirme, seguro que tras muchos ensayos:
-Padrí, te quiero mucho.

Yo, como buen cenizo, casi echo a llorar, pero entonces dilucidé el ensayo al que seguramente la sometieron sus padres. Ariadna entonces me dijo lo que sus padres sentían por mí, y callé, alegre.
Sin embargo, a última hora, me levanté y me puse la chaqueta.
-Me voy – mascullé, sin esperar más repercusión que un acercamiento a la estación del tren por parte de Dani.

Entonces Ari, al escucharme, comenzó a sollozar y a berrear, aceptando mi marcha con rabia, soltando, casi gritando:
-¡Adiós, padrí!- con las manos sobre su gorrito, esperando que le salvara si el mundo se acabara en ese interminable segundo, como si fuera a filtrar su pena y tuviera que presionarlo más fuerte contra sus ideas.

Sus lágrimas se derramaron sobre mis pies, y no permití que tocaran el suelo sin que yo antes me despojara de mi americana y me inclinara ante ella para acercarle mi mejilla a su rostro. Sólo cuenta 19 meses de vida. Acercó su boquita a mi carrillo derecho y pronunció un “mua”, utilizando una “a” eterna. No sabe besar como besamos los demás, mediante un fino “chuik”, aún no ha aprendido, pero esa “a” permanecerá eterna. Un instante que al haberlo gozado en toda su plenitud, permanece. Aún siento su tacto en mi mejilla, y aún la veo a ella pronunciando aún después de separarme.

Y la amo con todo lo que poseo.
-Ariadna, te quiero mucho.

sábado, 24 de mayo de 2008

Día VI

Ya sabe que no la quiero cuando me llama; ella me pregunta al final de las conversaciones de buenasnoches si hay algo que tenga que decirle. Yo siempre le respondo:
- Estoy cómodo a tu lado.

Y realmente pienso que estoy mucho más cómodo a su lado que sin ella a mi lado, cuando me apetece, cuando quiero dejar de lado la soledad del escritorio, o la complicidad que muchas veces sientes al leer determinados libros.
Ella me dice que me quiere y yo sólo soy capaz de abrazarla, sin fuerza o continuidad. Quiero tanto seguir así toda mi vida como acabar encerrado en un despacho, huidizo de emboscadas numéricas.

Y ella no me ha engañado. No se ha vuelto a dar el caso de aquella que me aseguró ser una tremenda fan de Buffy Cazavampiros y le canté el Rest in Peace que James Masters interpreta con tanta magnificiencia en el episodio Once More, with Feeling”. Me preguntó qué era eso y yo no comprendía nada. Morí, muchos años atrás.

- Es la canción que Spyke le canta a Buffy en su cripta -le expliqué, entendiendo que no debería haber hecho falta-, ya sabes, let me rest in peace ...
- ¿Quién? - me contestó, con supina indiferencia.

Aquella vez sí me sentí horrendamente engañado. Y le damos de nuevo la vuelta a la tortilla, con quien no lo merece. Sí, hay un porqué, como para todo lo demás.

viernes, 23 de mayo de 2008

Día V Parte primera bis

Hace un par de días (anteayer, miércoles), Edu y yo nos sentábamos en la terraza del Kasparo.

-A todo le llaman terraza, hoy día -le dije, aprovechando su primer trago al zumo de naranja natural, pues cuando no bebe habla y es una delicia escucharle, salvo cuando comienza a usurpar parte de todo el espacio vital-. Veinte mesas bien dispuestas sin ninguna aparatosidad aparente son suficientes para crear una terraza. Una de las más cool de la Barcelona que lucha contra el discurrir de los días. Este barrio es el Peter Pan corrupto de esta puta ciudad.

A estas alturas la palabra puta me surge por puro reflejo. Se demuestra hoy día que uno es incapaz de insultar aquello a lo que ama puramente.

Llevábamos un buen rato preguntándonos qué hacer para generar nosotros nuestros propios ingresos, en una loa sarcástica al capitalismo.

- K - p – k en lugar de p – k – p -proseguí-, lo estamos haciendo totalmente al revés. Crear el producto antes de materializar una inversión previa es de simples mercaderes. Nosotros queremos ser mercenarios, ¡de una vez por todas!


Sin embargo, Eduardo, demasiado curtido en libros que sustentan la economía en hechos morales, no pareció estar muy de acuerdo. Él sostiene que tenemos material suficiente para comercializar, pero con cuadros de artistas cotizados. Con dos que vendas resuelves el mes. Jamás se empleó peor la segunda persona del singular. Éste es su caso. Sin embargo, a la hora de crear una línea editorial debemos construir sus bases sobre algo sólido, no tan sólo auto-editarnos. Contamos con tres nombres de experiencia y éxito contrastado, y dos que ahora entregan sus proyectos literarios, más que prometedores. Éstos dos no harán nada si no conseguimos, primero, la inyección económica, el parné, los leuros, la pastagansa, y, segundo, el sustento de tres escritores sobradamente reconocidos.

Y es que tiene cojones la cosa. Gente que, sin experiencia alguna ni un currículo contrastable, comienza a escribir una auténtica maravilla pasados los 30 ó 35. Siempre agazapados tras niks, blogs, y otras zarandajas. Más o menos lo que viene a ser esto.

Llevo todo el día dándole vueltas a mi mente. Estoy mareado, me voy a leer. Y quién sabe, tras actualizar el blog, quizás me recorro algún fotolog que otro, o visito un myspace, o practico el voyeurismo desde el facebook.

Quién sabe.

Día V Parte primera

De haberme confinado en la palabra correcta quizás hubiera dejado de escribir estos ejercicios tan torpes hace mucho tiempo. Y quizás por ello, cada vez que me he encontrado con esa palabra he buscado un sinónimo, primero, y un antónimo más tarde, desde el que comenzar de nuevo.

Se preguntaba Bernardo Atxaga en su poema al largo día finlandés que cuántas veces se puede empezar de cero (0). Yo le respondería, si me dirigiese a mí directamente la pregunta que, sin duda alguna ni error posible por mi parte, la respuesta se halla en la nada. No es posible empezar desde 0 (cero) o no lo es desde el punto de vista del frágil conocimiento científico.

Ni tan siquiera generando vida nueva. Apuesto a que si los recién nacidos pudieran, así como a los reos condenados a muerte se les otorga el derecho a pronunciar sus últimas palabras, escupirían alho similar a aquello de “cualquier(a) tiempo pasado fue peor”, inspirado en la lírica existencial y vacía de toda ciencia de Jorge Manrique.

Y así es como creo que se elabora la filosofía moderna en pos de una teoría nueva.

No siento necesaria la creación de nuevas teorías. Todo lo nuevo es nada, puesto que se considera que todo está inventado. Tanto es así que a las subvenciones gubernamentales en I+D se les añadió una i minúscula. Añadieron la innovación a la Investigación y al Desarrollo, y la escribieron en minúscula, empequeñecieron la "i", siendo ésta la más lírica de las tres fases o niveles de producción implicados. Inventar sobre lo ya creado.

¿Dónde quiero llegar con todos este desarrollo? No innovaré si afirmo que la ciencia ofusca la lírica y prevalece sobre la experiencia individual, ya sea desde lo inductivo o lo deductivo. Es más, ni siquiera tendré razón.

No sé, pero si algún día le comento todo esto a una gachí no creo que pueda esperar que me practique una felación; no al menos hasta que no me quede un rato callado, mirándole las tetas.

jueves, 22 de mayo de 2008

Día IV

Sólo he tardado 4 días en olvidar que ahora llevo un diario. Y claro, es que ayer escribí y tracé mis rayas en el moleskine.

Mi descuido no se produjo por una cuestión de inapetencia, sino de lectura. Cayó en mis manos -me regalaron- un libro de Alan Watts, Tao y Zen. ¿Y quiénes son esos?, pensé yo. En realidad, lo sabía, claro, porque el zen está muy de moda y del taoísmo recuerdo alguna cosilla que me leí años atrás, aunque nunca he sido un fiel seguidor de la literatura religiosa ni de la filosofía. Sin embargo, el tal señor Watts, sí que le añade un toque un tanto lúdico a su escritura.
Llevo un día de retraso, así que más tarde intentaré recapitular lo acaecido ayer. Comienzo a percibir que L. se ancla en la adolescencia, y bien que hace.

Puesto que nos hallamos (¿nos?) sumidos en una etapa filosófica, quizás me atrevería a afirmar que nuestros niveles evolutivos o memes no son compatibles.

Echar un vistazo a la dinámica de la espiral de Ken Wilber se antoja un palo así de gordo (cuando digo así alejo mis manos del teclado y pongo los brazos en cruz con las manos formando un angulo de 90º hacia el frente), pero resulta que, bien explicada y, a ser posible la primera vez, para tontos, es interesantísima.

martes, 20 de mayo de 2008

Día II

De hecho, soy tan cenizo que apenas tengo nada que explicar el segundo día.
En realidad, sí, pero leerme me daría vergüenza incluso a mí. Hoy mi “pareja” me ha preguntado si yo tenía algún tipo de presencia en internet.
- Esas cosas son para los frikis.

Y 4 años llevo ya escribiendo en blogs. No me consigo portar bien con ella; no sé bien por qué. Creo que no quieres lo suficiente a una chica si llega un punto en que no quieres que te vean en compañía de la misma. Y eso que al principio no me importaba (al primer mes). Sin embargo, ahora, por alguna razón (y es que ya debemos llevar 2 meses), no me apetece.
Al principio sus conversaciones de ingeniera me parecían fabulosas. Ahora sospecho que o bien no tiene más, o bien no quiere confesarme su pasión por la literatura de Danielle Steel. Y bien que hace, en el peor de los casos.
Y entonces yo me vuelvo desagradable, y mis lindeces son del tamaño de:
- Se podría decir de mí que soy un soltero de oro, ¿que no?

Cuando en realidad me torno en un gilipollas de campeonato.
Supongo que en el fondo me da un miedo horroroso, y acabo con las chicas que, a priori, menos posibilidades tendrían de atraparme en un futuro. Al cabo de un tiempo comienzo a echarlas de menos.

De lo contrario, que le vayan a Otro con el cuento.

lunes, 19 de mayo de 2008

Corre, corre ... que te pillo.

Corre, Corre ... que te pillo, le dijo el Uno al Otro. El Uno que lo dijo no sólo exigía, sino que además amenazaba.

Y el Otro se quedó quieto, impasible, seguro de sí mismo. No corrió y, claro, le pilló. Que no digan que no le avisó.

Hoy comienzo un diario, pero no el de Uno mismo, sino el de Otro.

El diario de un Cenizo queda inaugurado.