Según me dijo al despertar, no recordaba haber soñado nada durante la noche. Un chasquido de agua más allá de su persiana bajada y plegada, aldededor, pero en su constancia volvió a cubrirla de nuevo.
Entonces me explicó que hay días en los que las gotas de lluvia viajan desde abajo hacia arriba, sólo cuando nadie las mira.
Anoche, al tirar de la cinta de la persiana hacia abajo, al ver desplegarse sus láminas meticulosamentesubirse, primero, y al levantar el telón, luego, observé perplejamente ausente millones de gotas sostenidas, suspendidas, atentas, en el aire, extendiéndose a lo largo y ancho de mi campo óptico. La quietud entonces me envolvió a mí y sollozó para que tú te durmieras.
Las gotas -ni tan solo las más precoces, que esperaron a sus inmediatas- todavía no habían contactado el suelo, hasta que han obtenido el permiso a través de una mueca que una ligera brisa ha forzado al acaraciarme, húmeda, la mejilla.
martes, 10 de junio de 2008
Día XXIII, el del sueño
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