viernes, 23 de mayo de 2008

Día V Parte primera

De haberme confinado en la palabra correcta quizás hubiera dejado de escribir estos ejercicios tan torpes hace mucho tiempo. Y quizás por ello, cada vez que me he encontrado con esa palabra he buscado un sinónimo, primero, y un antónimo más tarde, desde el que comenzar de nuevo.

Se preguntaba Bernardo Atxaga en su poema al largo día finlandés que cuántas veces se puede empezar de cero (0). Yo le respondería, si me dirigiese a mí directamente la pregunta que, sin duda alguna ni error posible por mi parte, la respuesta se halla en la nada. No es posible empezar desde 0 (cero) o no lo es desde el punto de vista del frágil conocimiento científico.

Ni tan siquiera generando vida nueva. Apuesto a que si los recién nacidos pudieran, así como a los reos condenados a muerte se les otorga el derecho a pronunciar sus últimas palabras, escupirían alho similar a aquello de “cualquier(a) tiempo pasado fue peor”, inspirado en la lírica existencial y vacía de toda ciencia de Jorge Manrique.

Y así es como creo que se elabora la filosofía moderna en pos de una teoría nueva.

No siento necesaria la creación de nuevas teorías. Todo lo nuevo es nada, puesto que se considera que todo está inventado. Tanto es así que a las subvenciones gubernamentales en I+D se les añadió una i minúscula. Añadieron la innovación a la Investigación y al Desarrollo, y la escribieron en minúscula, empequeñecieron la "i", siendo ésta la más lírica de las tres fases o niveles de producción implicados. Inventar sobre lo ya creado.

¿Dónde quiero llegar con todos este desarrollo? No innovaré si afirmo que la ciencia ofusca la lírica y prevalece sobre la experiencia individual, ya sea desde lo inductivo o lo deductivo. Es más, ni siquiera tendré razón.

No sé, pero si algún día le comento todo esto a una gachí no creo que pueda esperar que me practique una felación; no al menos hasta que no me quede un rato callado, mirándole las tetas.

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