domingo, 20 de septiembre de 2009

I wanna do bad things to you

Domingo, 10:47 de la mañana, porticón cerrado y habitación a oscuras. Desayunado y fumado, sigo queriendo estar a oscuras un poquito más. Te llamaría, sería lo correcto; sin embargo, hoy es domingo, la proactividad queda terminantemente prohibida.

En el aire humeante de mi habitación, sólo se me ocurre que quiero hacer cosas realmente malas contigo, hacértelas a ti, sin saber por qué, sin tan siquiera preguntármelo. Voy a empezar por no llamarte hoy, continuaré por no cogerte el teléfono y terminaré llamándote cuando creas que ya ha pasado todo, para volver a empezar de nuevo. En mi opinión te lo mereces. No me has hecho nada, simplemente eres una mala persona que se ha topado con otra aún peor, y a la presente me remito.

Veo que te mueves en la cama, gruñes como otras tantas mañanas antes de entreabrir perezosa los ojos. Voy a abrazarte para que no te sientas sola. Disculpa si de vez en cuando me hago ciertas pajas mentales, tan sólo son las ganas que mantengo vivas de seguir obsesionado contigo.

Luego quemaré esta carta, no vaya a ser.

domingo, 23 de agosto de 2009

¿Y por qué no?

Hace un año debía dar parte real de todo. Me explico: necesitaba ser honesto conmigo, debía darme cuanto aquellos me negaron. Necesitaba sonreirme y explicarme en pocas palabras que lo conseguí.

La sonrisa no me la quita nadie hoy. A ti tampoco. A ti te la guardo entre las notas de mi bajo, entre las páginas de 100 años de soledad y los Buendía, tan presentes hoy. Hoy aposté una pizca de orgullo. Le aseguré a la camarera del bar Macondo que en la primera página que abriéramos el nombre de Aureliano estaría allí. Gané la apuesta. Sólo una piruleta. Un pedazo de mi orgullo lo explica una piruleta. Una de las que lamíamos de niños.

Regresos los ha habido mejores, lengüetazos vacíos de madrugada al amanecer. Cuánto juego da esto.

Hace un año me cubrí de palabras a mí mismo, y no me reconozco bajo ellas. Mi objetivo es acercarme en el tiempo. Raudo.