martes, 3 de junio de 2008

Día XVI, o el de la Desgraciada Juventud

-La juventud de hoy en día lo tenemos jodido - así hemos comenzado a quejarnos en la terraza del bar.
Yo suelo decir lo mismo de vez en cuando, en voz alta, acaso cada vez que me domicilian una bocanada de aire, pero hoy en lugar de opinar con la respuesta social y fruto del reflejo he reflexionado (ojo), sólo un poco. Quizás lo tenemos jodido, claro, porque nuestros padres han de soportar cómo nos vamos de alquiler y no somos capaces de comprar un piso mientras les saqueamos las neveras; se lo explicamos, y creemos que no nos entienden. O quizás es que se conocen la cantinela.

Para empezar, quizás ya no somos tan jóvenes y sí algo desvergonzados. Un poco parásitos, para continuar con algo imposible de concluir. Yo no me recuerdo que me dieran somantas de azotainas en el colegio, ni que saliéramos de una guerra y no nos quedaran tíos, o tener que ir a una guerra con o sin convicción política alguna.

Lo tenemos jodido, sí, pero quizás no sea nada en comparación a lo que podría haber sido. Hemos nacido bajo el mismo cielo que los negritos raquíticos de las fotos, los rumanitos sin brazo, incluso el mismo que los musulmanes, que son la bomba; pero el suelo en el que hemos nacido nos ha dado la gracia y fortuna de tener derecho a quejarnos de auténticas gilipolleces, de inventarnos enfermedades mentales, de traficar con la desgracia y de, en definitiva, convertirnos a la postre en la idiocia impávida e inmóvil más grande que haya parido madre.
- ¿En qué piensas? - me ha preguntado F., ante mi falta de respuesta.
- Nada, en subnormalidades – he corroborado al tiempo que sudaba de darle una sola de mis monedas a la gitana que, con los ojos clavados en la profundidad de sus cuencas, me rogaba a modo de tradicional limosna. Inevitablemente por un segundo me he perdido en la infinita tristeza de la desgraciada, y le concluido-: ya ves, si lo tenemos jodido la juventud.

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